LUIS MARTÍN - Buenos Aires
25-07-2011
¿Qué tienen en común Valdano, Américo Gallego, Saldaña, Llop, Darío Franco, Maxi Rodríguez, Basualdo, Scaloni, Pochettino, Balbo, Marcelo Bielsa, Walter Samuel, Heinze, Gabrich, Bracamonte, Duscher, Batistuta y el Tata Martino? Que todos, en un momento dado, pasaron por el tamiz de Jorge Griffa (Casilda, Argentina; 1935). La pasada semana a Martino, seleccionador de Paraguay, le preguntaron por qué salían tantos futbolistas de Rosario. "Pregúntele a Griffa", respondió. Griffa fue marcador central en Newell's entre 1954 y 1959, año en el que fichó por el Atlético, donde ganó tres Copas, una Liga y una Recopa en 10 temporadas. En 1971 colgó las botas en el Espanyol. A su regreso, se dedicó durante 24 años a las divisiones inferiores de Ñuls. Nadie acumula más experiencia que él en el fútbol formativo en Argentina. Y allí está, como asesor y coordinador de la cantera de Boca Juniors. Si Argentina fue un vivero, Griffa fue el jardinero.
Pregunta. ¿Por qué salen tantos jugadores de Rosario?
Respuesta. No solo de Rosario, salen de una periferia de 200 kilómetros. Tiene que ver con la alimentación, pero intervienen factores como la forma de vida, la familia. En Ñuls no les dábamos nada más que afecto. No teníamos mucho más... Mientras enseñabas, aprendías. Hacíamos cosas que no sabíamos si estaban bien hechas.
P. ¿Por qué no entrenó a los mayores?
R. Lo hice, duré seis meses y me dije: "Nunca más". Salí de allí como quien escapa de una cárcel. De España llegué lleno de errores. Creía que sabía mucho y no sabía nada. Pensé en los juveniles y me dediqué a la captación, al desarrollo, a ayudarles, a insertarles socialmente en muchos casos. Siempre fui un convencido de que el chico debía estudiar, no solo jugar. Tuve chicos con revólver en la cintura, otros que se hicieron curas, doctores en leyes y medicina, de todos los colores. ¡Y aprendí tanto! "Todo lo que se le pueda ocurrir, yo lo vi. No me lo contaron, lo viví", digo en mis charlas.
P. Rexach suele decir que al bueno le ve cualquiera, que el secreto es ver al que puede llegar.
R. Tiene razón. Hay que ser adivino, anticiparse, intuir quién no muestra todo su potencial pero tiene capacidad de mejora con tanto margen que será mejor que ese que ya lo hace todo bien. Es cierto eso. Al mejor es muy fácil verle. Hay jugadores que no te muestran un nivel magnífico, pero su margen de mejora... Con los juveniles debes adivinar el futuro.
P. ¿De todos los jugadores que tuvo, quién fue el mejor?
R. Tuve varios buenos. Algunos sublimes técnicamente, otros contundentes. Batistuta. Samuel, el mejor defensor. Martino, por jerarquía. Hubo muchos.
P. ¿De quién oiremos hablar en cinco años?
R. De Messi.
P. ¿Cree que Messi ha sido bien educado?
R. Hay que preguntarse: ¿Técnica y temperamento? ¿Fuerza y coordinación? ¿Velocidad física y mental? ¿Inteligencia, psicológicamente preparado para defender una divisa? Eso son los rasgos fundamentales del jugador ideal. Mire a Messi y dará con la respuesta. Yo creo que todavía está en fase de formación. La experiencia me dice que de los 20 a los 24 años demuestras lo que puedes ser, das cuenta del potencial pero no has culminado el proceso. Messi está en esa etapa. De los 24 a los 30 ya no se crece tan rápido, pero se sigue creciendo. Messi va por buen camino. Le falta decir "aquí estoy yo", pero esa es la última etapa y ahora la va a encarar.
P. ¿Está en crisis el fútbol argentino?
R. Falta coherencia y autocrítica. Y sufre el contagio de la vida social, claro. El fútbol no puede ser ajeno a lo que pasa en la sociedad, porque le influye y hay inconvenientes en la sociedad. Debemos luchar contra eso. Talento hay seguro, pero cuando tú te crees que lo sabes todo empiezas a retroceder, y en Argentina nos creemos que lo sabemos todo con mucha facilidad. Creemos que sabemos mucho y sabemos hasta ahí no más.
P. El fútbol ha cambiado mucho en los últimos 50 años...
R. Antes se creía que la técnica era sublime pero cuando se arreglaron los campos apareció la velocidad. Y con ella, la fricción. Por eso Brasil, con su técnica mayúscula, fue eliminada, y la fuerza de espíritu de Uruguay te lleva a la final. Ya no basta con jugar muy bien a la pelota, no se puede jugar sin temperamento Pero al juvenil hay que seguir ayudándole, antes y ahora.
P. ¿Cómo?
R. Mostrándole una verdad fundamental. Hay dos caminos: el del fracaso seguro o la búsqueda de la victoria. El segundo no te garantiza ganar, podés perder. En el primero no hay duda. Al juvenil no se le debe pedir ganar, se le debe enseñar con argumentos: explicación, ejecución, corrección y repetición. Y se le debe dar tiempo a crecer, física y técnicamente. Ahora la problemática social es diferente, así que los niños son diferentes. El chico ya no ve la ilusión de llegar a Primera en el club de sus amores, ve otras cosas. Sube la condición económica y bajan los afectos. Cambió la mentalidad. Ahora, en media temporada, ganan para el auto, para su casa y para la de sus padres. Si te pasas de revoluciones, al crío lo matas. Pero si le das estímulo, se llena.
P. Usted se fue muy joven a España. ¿No es contraproducente?
R. No tiene por qué. Yo llegué con 22 años. Entonces no era como ahora, la fama de los jugadores era malísima, no éramos aceptados, era despectivo ser jugador y nos tenían en un rincón, en penitencia. Ahora todo el mundo quiere ser futbolista, los valores, ya ve, han cambiado. Cuando llegué no era común fichar defensores, estábamos Pepe Santamaría en el Madrid y yo en el Atlético, que era una familia. En España había un gran nivel de delanteros. Estaba la del Barcelona, con Tejada, Suárez, Kubala, Kocsis y Czibor; en el Madrid, que era recampeón de Europa, estaban Amancio, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento. ¡Eran buenísimos!
P. ¿Y cómo se les paraba?
R. ¡Como podía! En aquel Atlético, el que no era bravo, no jugaba. Yo era duro, pregúntele a Luis: le pegaba en los entrenamientos, así que para frenar al Madrid... Recuerdo la última vez que jugué contra Di Stéfano, él con el Espanyol y yo por el Atlético en Sarrià... Hice un gol. Ellos se jugaban el descenso y nosotros el título. Me dijo: "Jorge, faltan cinco minutos y así nos salvamos del descenso, así que tranquilos". Yo le dije: "Vale, nosotros somos campeones, así que ni te acerques por el área, por tu bien". Alfredo hablaba mucho, insultaba mucho, pero yo le decía que le iba a matar y resuelto. El Barça también era complicado. Jugué mucho contra Kubala, era muy bueno con la pelota. Y muy estratégico. Kocsis era muy rápido, era bravo y técnicamente se parecía a Messi. Czibor era como Gento, más lento, claro, porque Gento era un fórmula uno; le pillaba cuando podía. Tenía que llegar antes de que arrancara o era imposible tirarle una patada. Puskas era un fenómeno, fue al primero que le vi pegar a la pelota con efecto. Me hablaba en argentino, con ese español hungarizado que tenía: "Ché Jorge, no dé tantas patadas", me decía.
P. La fama se la ganó a pulso, ¿no?
R. Digamos que di las patadas necesarias, para que se me respetara básicamente. Y yo no pedía perdón. Decía: "Levántate porque la próxima será peor". No crea, también me dieron mucho. Recuerdo a Ansola, de la Real de San Sebastián. ¡Era terrible, pegaba tremendo! Aquel era un fútbol muy contundente, muy físico. Ibas a provincias y se daba el partido por perdido. Yo les decía: "Chicos, da igual Madrid, Zaragoza o Córdoba. Hay que ganar siempre".
P. ¿Por qué dejó el Atlético?
R. Me dieron la libertad después de una hepatitis. Me llamó Casildo Boses, el mismo que me fue a buscar a Argentina, para ir al Espanyol. Yo no sabía ni siquiera si podría vivir y se lo dije: "No sé si les podré dar lo que esperan de mí". "Con tu presencia nos vale", me contestaron. Me hice unas pruebas. "Al pedo", me dijeron, y me quedé. Le guardo mucho cariño al Espanyol.