Diciembre 13, 2009
San Cristóbal, la capital del estado Táchira, se parece cada vez más a un adelanto del Apocalipsis a la venezolana.
Desde hace por los menos dos meses, de manera rotativa, grandes zonas de la ciudad padecen todos los días, incluidos los fines de semana, tres o cuatro suspensiones del suministro de electricidad, que puede durar de tres a cuatro horas seguidas y crear una situación de caos.
Al final de la tarde, que por el adelanto oficial del horario ahora es ya de noche, las calles y avenidas se van quedando a oscuras, los semáforos por supuesto dejan de funcionar y decenas de colisiones entre vehículos suelen ocurrir. Es el momento cuando, como ocurrió el jueves 2 de diciembre en las avenidas Carabobo y España, algunas calles se convierten literalmente en grandes estacionamientos en los que, como le tocó padecer a quien esto escribe, un vehículo puede tardar entre 45 minutos y una hora para desplazarse 3 o 4 cuadras.
Hay que vivirlo para creerlo. Para un visitante que arribe por el aeropuerto de Santo Domingo, la intuición de que algo anormal está ocurriendo comienza al avistar en el borde de la carretera patrullas de soldados, con armamento y vestimenta de combate vigilando las estaciones de servicio de gasolina como si un golpe de Estado o una guerra acabara de comenzar o estuviera a punto de ocurrir.
Ya en la ciudad capital, el visitante verá larguísimas colas de automóviles y verificará que se trata, nada más y nada menos, de gente común que aguarda pacientemente para poner gasolina. Porque no es sólo la electricidad lo que la logia militar que nos gobierna raciona en el país petrolero del Caribe, sino también el combustible.
Todo porque Yo el Supremo y su equipo, siguiendo las lecciones del cornudo que vende el sofá, ha decidido que la mejor manera de impedir el contrabando de gasolina a Colombia es regulando su suministro a los ciudadanos de a pie. De modo que desde hace meses en San Cristóbal pero esto ocurre desde hace años en San Antonio, Rubio y Ureña una persona que necesita llenar el tanque de su automóvil y no quiere pagar el soborno a la Guardia Nacional debe invertir entre 20 minutos y 3 horas de espera. Según decida el azar.
La gente padece. Pero, igual, se acostumbra. Por ejemplo, el secuestro se ha convertido en asunto tan normal que La Nación, uno de los diarios locales más importantes, presenta diariamente como se hace con los resultados de las loterías un cuadro en el que se registra cuántos tachirenses y desde cuándo se encuentran para ese día en cautiverio. Como en una bolsa de valores, la cifra varía, pero hace mucho tiempo que no baja de menos de 25 plagiados.
El infortunio no termina allí.
El liderazgo chavista local es uno de los más intolerantes y groseramente agresivos del país. Hace más o menos dos años, la diputada Iris Varela irrumpió en un set de televisión y arremetió a golpes, frente a las cámaras, contra el periodista Gustavo Azócar. La semana pasada un grupo de guardaespaldas de oficiales de la FAN disparó impunemente contra una manifestación de estudiantes e hirió a dos de ellos a las puertas de la ULA.
Y, mientras escribo esta nota, recibo la infausta noticia del asesinato del estudiante Jesús Ramírez Bello, ocurrido cuando una brigada de rojos encapuchados de la Universidad Bolivariana arremetió contra otro grupo de universitarios que protestaba por la falta de agua y de luz a las puertas de la UNET.
El Táchira es un objetivo estratégico para la élite chavista que hará lo que sea necesario para militarizarlo, apropiarse de su policía, declarar un estado de excepción y deponer por la fuerza o por artimañas jurídicas al gobernador elegido por la mayoría, César Pérez Vivas, quien hasta ahora ha dado pruebas de perseverancia y valentía que desesperan aún más a la arrogancia oficialista.
A estas alturas del ataque despiadado y de la sistemática humillación chavista, ya no sé cuál premio debería dársele a los tachirenses que viven en el Táchira, y especialmente a los que habitan en San Cristóbal y sus alrededores. Si el premio nacional de la paciencia o la medalla de oro a la resignación inútil, si el Mahatma Gandhi de la resistencia no violenta o el magna cum laude en poner la otra mejilla, si el Paulo Coelho de la sabiduría espiritual o el kino mayor de la evasión y la pasividad. Ya no lo sé.
hernandezmontenegro@cantv.net
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