Galicia es una realidad aparte. Cada vez que vengo por aquí tengo la sensación de sumergirme en un mundo que ya solo existe en esta esquina de la península. Un microcosmos de tradiciones, de corredoiras, de carballeiras, de santas compañas, de prados mullidos y sillares de granito de O Porriño comidos por el verdín del tiempo y la humedad. Ya lo dijo Torrente Ballester : "Solo quien sea capaz de asombrarse, entre en Compostela". En cualquier lugar de Galicia, añadiría yo (con permiso de don Gonzalo)
Vienes desde León, desde Zamora... donde todo son llanuras ocres, páramos infinitos, pueblos grandes separados unos de otros. Pero de repente, cruzas el Cebreiro o el Padornelo y todo cambia. Aquellos almagres y tostados se convierte en mil tonos de verde. Aquellas planicies son ahora suaves colinas. Ya no hay pueblos grandes: el urbanismo es un sinfín de casas diseminadas, sin principio ni final; nadie sabe dónde acaba una aldea y dónde comienza una parroquia, dónde empieza un concello y dónde acaba un lugar. Galicia es la tierra donde no se ve un palmo de la tierra original. Todo está cultivado, usado, colonizado. Aunque luego camines por las aldeas silenciosas y parezca que sus habitantes han desaparecido.
Ando por Galicia en búsqueda de nuevas casas rurales. Y hasta en esto, Galicia es especial. Existe una categoría de alojamiento rural que son las rectorales , única en España. Las rectorales son las antiguas casas del cura. Que aquí no son humildes residencias adosadas a la iglesia. No. Son verdaderos palacios, casonas de rancio abolengo y espesos muros de granito desde donde el clero rural gestionaba los asuntos divinos y terrenos de este finis terrae. Porque Galicia, la Galicia más atávica y campestre, no se entendería sin la iglesia y sin el poder que tuvo. Para comprobarlo basta ir a Mondoñedo , y leer allí, a la sombra de la catedral, algunas de la obras de Álvaro Cunqueiro .
El vino de Ribeiro , por ejemplo (aprovechando que ando en esta comarcad de Orense donde crece la uva treixadura y la godello, bañadas por el Miño y el Sil), es cosa de curas y monjes. Fueron ellos los que plantaron las primeras viñas en el monasterio de San Clodio, en Leiro, y fueron ellos los que monopolizaron el cultivo y comercialización del vino gallego durante el medievo y buena parte de la era moderna. En Galicia, la iglesia era mucha iglesia. Y aún se nota.
He visitado rectorales que fueron verdaderas haciendas productivas. El olvido, la falta de vocaciones y Mendizabal acabaron con casi todas ellas. Hoy muchas se han reconvertido en fantásticas casas rurales. Una vida nueva para viejas mansiones diocesanas. Y una oportunidad para el viajero moderno de ver Galicia desde dentro de su propia historia.
Algunas rectorales y viejas bodegas de la iglesia reconvertidas en casas rurales que me han gustado son:
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