GREGORIO BELINCHÓN 23/10/2009
El actor se convirtió en el mayor talento atormentado de su generación. Su fallecimiento obligó a Terry Gilliam a redimensionar El imaginario del doctor Parnassus, el filme que el australiano dejó inacabado. Así recuerda el realizador y ex Monty Python los últimos días del mito.
TERRY Gilliam (Minneapolis, 1940) ha pedido terraza. "La gente no me conoce, nadie nos va a molestar y hace un sol magnífico". A un ex Monty Python (el colectivo que redefinió el humor británico) nadie le lleva la contraria, a pesar de que sí, la gente le reconoce —sus chirriantes camisas y su coletita perroflautera confirman la sospecha—. El cineasta aprovecha los últimos rayos de sol de finales de septiembre en el festival de cine de San Sebastián.
Acaba de presentar El imaginario del doctor Parnassus, película marcada por la muerte de su protagonista, Heath Ledger, en mitad del rodaje, y en rueda de prensa Gilliam se ha destapado con declaraciones jugosas, al estilo: "Este filme ha mejorado con el fallecimiento de Ledger". No es una boutade, y menos aún procediendo de quien se considera uno de los mejores amigos del actor, de un cineasta que sufrió personal y profesionalmente la desaparición del intérprete. "Muy poca gente le conocía bien. Sus amigos de la infancia, Nicola Pecorini [director de fotografía de la cinta] y yo, y poco más. Era el intérprete con más talento de su generación. Y muy, muy inteligente. Una muestra de ello era lo bien que jugaba al ajedrez, de verdad. Era mucho más listo y rápido que yo. Lo único que yo podía hacer era seguirle, nunca tuve que darle una instrucción".
Gilliam no deja de sonreír. No quiere que los malos recuerdos atropellen su amor por el actor australiano, que falleció el martes 22 de enero de 2008 tras una sobredosis accidental de barbitúricos. En aquel momento, Ledger se encontraba descansando en su casa en Nueva York, tras haber finalizado en Londres el sábado anterior el rodaje de la parte real de El imaginario del doctor Parnassus y a una semana de empezar a filmar la parte onírica del filme en Vancouver. "Se volcó en su trabajo. Era increíble. Exprimía cada plano y multiplicaba la valía de sus compañeros. Un día que estaba al borde de la neumonía ni se planteó quedarse en la cama. Probablemente, por su eterno insomnio".
Ledger no durmió más de un par de horas al día en sus últimos años. En un explosivo artículo en Vanity Fair, Gilliam y Pecorini —que les presentó en la preproducción de Los hermanos Grimm— aseguraban que su estado se debía en parte a su divorcio de la también actriz Michelle Williams, que provocó el alejamiento de su hija de tres años, Matilda. "Estaba desesperado por dormir y dolido por no ver más a menudo a Matilda. Ella era todo su mundo". Los cineastas llegan a asegurar en la revista que Williams y Ledger no tenían nada en común y que su matrimonio recordaba demasiado a la pareja enfangada en mentiras que ambos interpretaron en Brokeback mountain. "Por aquel filme llegó a hacer cosas, en la carrera hacia el Oscar, de ésas que se había pasado años jurando que nunca haría. Se sintió sucio". Tras Casanova decidió parar y, según sus amigos, aceptó El caballero oscuro porque el rodaje era tan largo que podría rechazar otras ofertas... y porque firmó un contrato que le permitía toda la libertad posible para encarar el personaje del Joker.
"Un día de 2007, yo estaba preparando con efectos especiales el storyboard de Doctor Parnassus y, en el plató de al lado, Heath trabajaba en un videoclip. Me pasó una nota pidiéndome interpretar a Tony Liar [Tony el mentiroso, juego de palabras con Tony Blair]". Gilliam aceptó encantado. "Pero en Hollywood aún nadie había visto el nuevo Batman y no eran conscientes del potencial de su nombre. Sufrí para encontrar la financiación". Al final, el dinero (poco) lo reunieron entre su hija, Amy Gilliam, y el productor Bill Vince, responsable de Capote, que fallecería en junio de 2008 sin ver finalizado el filme.
El imaginario del doctor Parnassus es una orgiástica demostración del talento de Gilliam. La mente del viejo sabio Parnassus (Christopher Plummer) esconde en su imaginación —a la que se puede entrar desde el carromato que le lleva junto a su troupe por las calles de Londres— un mundo pythoniano. Ledger encarna a un amnésico al que la troupe encuentra ahorcado y a punto de morir bajo un puente. "Recuerdo perfectamente el día de su muerte. Estaba en Vancouver y al mediodía mi hija me telefoneó para que corriera a su oficina. Allí me enseñó la web de la ABC. Miré por la ventana. Era un día soleado y de repente se oscureció: el sol quedó cubierto por una inmensa bandada de cuervos. Nos encerramos durante unos días con algo de vino tinto, parmesano y prosciutto, y a pesar de las presiones de la aseguradora, que quería que canceláramos el proyecto, decidimos seguir adelante por Heath". Para la parte que aún quedaba sin rodar —las incursiones en la mente de Parnassus— llamaron a Johnny Depp, y recibieron el apoyo hasta de Tom Cruise. "Al final usamos a amigos de verdad de Heath: Johnny, Jude Law y Colin Farrell".
El resultado se estrenó en el pasado certamen de Cannes. Antes, no sólo murieron Ledger y Vince, sino que Gilliam se sobrepuso a un atropello en el SoHo londinense que le llevó al hospital con la espalda hecha papilla. "Algunos dicen que con los cambios de reparto el filme es más sorprendente. Lo que sí es extraño es que ha mejorado mi idea original".
Aunque el director insiste en la importancia de Ledger: "Él plantó las ideas. Johnny, Jude y Colin siguen su senda. Él tenía tanto fuego y tanta capacidad de sorprender en su interior... Y era una de las personas más encantadoras que he conocido. Nunca sabremos dónde hubiera llegado porque no tenía límites. Podía ser el más cómico y a la vez poseer la mayor gravitas". A Gilliam sí le gusta aclarar que el actor ha trabajado en su película más Gilliam. "La tenía en la cabeza hace muchísimos años. Es la más cercana a mi imaginación y, para no asustar al público, la más transparente". Echa a reír. "Construí ese imaginario muy lentamente y me concentré en que los viajes fueran muy rápidos. ¡Teníamos muy poco dinero!". Al final, el presupuesto no superó los 40 millones de euros.
Gilliam echa en falta en el mundo actual más imaginación. "Nos preocupa más la hipoteca, la educación de los hijos, el trabajo. Somos como los trabajadores de Metrópolis. Marchamos al ritmo de los tambores de las multinacionales. Vamos de sofisticados y hemos perdido la imaginación".
Casi todos, menos él. Gilliam estuvo en agosto en España cerrando las localizaciones de The man who killed Don Quixote, su proyecto frustrado en septiembre de 2000. "Rodaré en Madrid, Toledo, Salamanca, el Alcázar de Segovia... En Toledo se han mostrado muy cooperativos. Filmaré en la catedral y por sus calles. Empezaré en abril. Aún no sé quién hará de Don Quijote ni de Dulcinea. Busco una española con fuego en los ojos, de unos 22-23 años. En 2000, Penélope Cruz era la opción, pero he reescrito mucho; necesito una chica más joven. Y es casi imposible que esté Johnny Depp. ¿El dinero? Cuando empiece a filmar habré cerrado la financiación. De verdad, es fácil". ¿Seguro? "Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Si en el pasado ha funcionado, ¿por qué cambiar ahora?". n
El imaginario del doctor Parnassus se estrena hoy.
LA MALDÍCIÓN DE GILLIAM
Él lo niega. Pero hasta el diario The Independent tituló su última entrevista con la frase “Genio maldito”. “Yo no tengo la sensación de que haya ninguna maldición destrozándome la vida. He hecho muchas pelis y bastante cercanas a mi concepción inicial”, responde el aludido. Sin embargo, ha dirigido nueve largos y desde el tercero, Brazil (1985), comenzaron los problemas. En aquel rodaje, del estrés, se quedó paralítico una semana. Universal insistió en remontar el final —querían su final feliz— y Gilliam se opuso con todas sus fuerzas. Ganó la batalla porque entre críticos y académicos ya circulaban copias en vídeo y empezó a sonar como candidata a los Oscar. Aunque en la televisión estadounidense se emitió mutilada.
Su fama fue a peor con Las aventuras del barón Munchausen (1988): sólo recaudó una quinta parte de su presupuesto. “Columbia estrenó el filme en menos de 50 salas en EE UU; ni sus estrenos más pequeños bajaban entonces de 100”, aduce Gilliam, que no cuenta que se pasó de presupuesto. La cosa mejoró con El rey pescador, Doce monos y Miedo y asco en Las Vegas. Se había hecho conocido por rechazar proyectos (Watchmen, Forrest Gump o Alien: resurrección). Aún se oyen sus carcajadas cuando empezó a leer el guión de Troya. A cambio, aún se escuchan sus lamentos porque Warner le rechazó como director del primer Harry Potter. Con la penúltima, Tideland (2005), debió ir cine por cine en EE UU porque su distribuidor la rechazó. El fracaso de su Don Quixote quedó reflejado en el documental Lost in La Mancha: sin dinero ni ensayos, con siete desastrosos días de rodaje que culminaron con la lesión de espalda de su protagonista, Jean Rochefort, que no pudo volver a montar a caballo. Gilliam se ha convertido en un maestro salvando obstáculos.
EL LEGADO VIVO DE MONTY PYTHON
Hace ocho días, Terry Gilliam junto a los otros cuatro miembros vivos de los Monty Python (Graham Chapman murió por culpa de un cáncer de garganta en 1989) se reunieron de nuevo en un abarrotado teatro, el neoyorquino Ziegfeld Theater, para responder preguntas del público y promocionar la emisión del documental Monty Python: almost the truth (lawyer’s cut) [Monty Python: casi toda la verdad (el montaje de los abogados)] en el canal Independent Film Channel, que se verá hasta mañana a razón de un capítulo diario de una hora. En el aire quedó una duda cuyo eco ha resonado en la prensa británica, que estos días celebra el 40 aniversario de la emisión de su serie para la BBC Monty Python’s flying circus: ¿quién ha heredado su sentido del humor, su visión onírica y a la vez irónicamente dolorosa de la realidad? Según Gilliam, nadie. “No tenemos herederos, fuimos producto de nuestro tiempo. Para mí, sólo podría verse alguna influencia en la serie The office”. Sin embargo, en España, La hora chanante y su continuación Muchachada Nui, series televisivas de Joaquín Reyes y sus muchachos, beben de sus fuentes de humor y de su manera de usar la animación –desde el cartel de Celebrities hasta lo absurdo de muchos sketches son claramente referencias pythonianas—. El éxito del musical Spamalot (ahora, en Madrid, tras su triunfal carrera comercial en Barcelona), una creación de Eric Idle que apoyaron con su presencia en la promoción los otros Monty Python, las ventas de los DVD de Monty Python’s flying circus o la publicación de varios libros sobre el grupo demuestran que, en mitad de la mojigata sociedad actual, aún quedan rescoldos de interesados en aquella locura.
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Muy interesante artículo. Ya viste la d Monty Python q habías bajado?
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