La suerte está echada
Israel entra en Gaza desoyendo las peticiones internacionales de tregua
04/01/2009
Después de ocho días de intensos bombardeos desde el aire, los blindados del Ejército israelí penetraron anoche en la franja de Gaza. De nada han servido los llamamientos internacionales en favor de una tregua, y ahora la suerte está echada por decisión del Gobierno de Olmert.
Está echada, sin duda, para los palestinos, que han padecido y pueden seguir padeciendo un escalofriante número de víctimas civiles, sin que la comunidad internacional haya hecho otra cosa que conformarse con las someras explicaciones de la ministra de Asuntos Exteriores, y candidata electoral de Kadima, Tzipi Livni, hora tras hora desmentidas por las acciones del Ejército israelí. En contra de lo que ha explicado la ministra a lo largo de los últimos días, la situación de la población de Gaza es desesperada, con grave carencia de medicinas y alimentos para atender a los dos millares de heridos contabilizados antes de la invasión terrestre. Desde el momento en que Israel ocupe la franja, la obligación inexcusable que contrae es garantizar la llegada de esos suministros.
Pero la suerte está también echada para Israel. Al igual que ocurrió en Líbano en el verano de 2006, la estrategia que ha seguido le obliga a obtener en Gaza una victoria absoluta, una victoria definitiva. El problema reside en que nadie ha logrado jamás ese género de victoria sin renunciar a su puesto entre las naciones civilizadas. Basta comprobar la disparidad de fuerzas en combate para saber cuál será el desenlace militar de un conflicto que sólo puede recibir el nombre de guerra de manera aproximada. Pero si ese previsible desenlace se obtiene al precio de una masacre entre la población civil palestina, entonces el Israel que salga de este conflicto no será el mismo que entró en él. Y cabe la posibilidad, además, de que su victoria no sea absoluta, no sea definitiva, y en ese caso será Hamás quien haya ganado la guerra tan sólo porque no la ha perdido como Israel necesitaba que la perdiese. Lo mismo que le ocurrió en Líbano con Hezbolá.
La explosiva escena regional se verá afectada por esta represalia militar, cuya desproporción queda patente en la muerte y la destrucción que está provocando. Cualquier aproximación que intente Israel a los restos de la Autoridad Palestina en Cisjordania será como un abrazo de oso para Abbas y una nueva baza para Hamás. Las posibilidades de avanzar en el arreglo negociado con Siria, facilitado por Turquía, permanecerán bloqueadas durante mucho tiempo. Y el mecanismo infernal que atenaza a la mayor parte de los regímenes árabes se habrá puesto de nuevo en marcha: su propia estabilidad interior dependerá de cuánto endurezcan el tono y de cómo modulen su respuesta contra Israel.
Al final, los responsables de esta acción militar desproporcionada tendrán que preguntarse si ha valido la pena. Israel habrá vuelto a demostrar que es el más fuerte al inmenso coste de quedar más solo y más inseguro.
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