Diciembre 24, 2009
Ya lleva varias semanas el sainete que, con el mayor cinismo, representa el teniente coronel en su Festival Permanente del Monólogo, sea en cadena o por la libre, como dirían en su casi natal tierra cubana. Ese exagerado afán por aparecer candoroso e inocente, frente al frágil tinglado bancario que montaron, con su anuencia y beneplácito, los picapasito de su entorno más íntimo, con el primordial propósito de enriquecerse de forma abrupta e inmediata, sin tener que pasar por GO y despreciando los piches 200, me obligó a asociar este alarde melodramático del caudillo súper arrecho transmutado repentina y forzosamente en querubín ignorante de los gigantescos guisos que cocinan a su alrededor sus más allegados, con un alarde similar escenificado en Inglaterra y Chile, por su colega Augusto Pinochet, desde finales del siglo 20 hasta que le echaron tierrita.
Pinochet también era militar, Pinochet también era dictador, Pinochet también era golpista (aunque, menester es reconocerlo, mucho más eficiente y menos hablador), Pinochet también se ufanaba de controlar absolutamente todo bajo el reino de terror que estableció desde la mañana del 11 de septiembre de 1973, cuando también faltó a sus deberes de militar y de ser humano, y abusando de la posesión de las armas en poder de las fuerzas armadas para defender a la Patria, las utilizó para erigirse en dueño y señor de Chile, disponiendo de las vidas y las leyes como si se tratase de un monarca de la edad media (la patria eran él y sus cómplices en las atrocidades que cometieron).
Pero todo aquel boato, la solemnidad con que se apreciaba a sí mismo, la actitud de perdonavidas de quien fungía como capataz de la hacienda a la que habían reducido a la república chilena, esa altanería que le era consustancial en medio de la parafernalia castrense de la que se rodeaba, de repente tuvo que taparla con la representación de un personaje que era su antítesis, todo lo contrario de lo que él hubiera querido simbolizar hasta el fin de sus días. Una orden de detención emanada de un tribunal español, a cargo de un juez probo a quien no le tiembla el pulso para redactar sus sentencias ni permite que presiones subalternas o conveniencias políticas prevalezcan sobre las leyes, obligó al gorila de voz chillona y lentes obscuros, a esconder la prepotencia del hombre fuerte de la dictadura chilena tras la repentina y ficticia imagen de un anciano decrépito. Aquel Rambo sureño, a quien le sobraba guáramo para ordenar la detención, la tortura, la prisión o la “desaparición” de miles, por obra de Baltazar Garzón y en cosa de horas, se transformó en un bulto senil embutido en una silla de ruedas, buscando inspirar la lástima que sería la base de su argumento para evadir la detención y el juicio, en Europa y en Chile. Tuvo que actuar un personaje distinto a él, toda una humillación para cualquier gorila, a fin de evitar que en un tribunal en Madrid o en Santiago se ventilaran los crímenes que tenían su autoría intelectual. La treta le dio resultado, se mantuvo alejado de la prisión, pero mucho antes de morir de degeneración corporal, ya el mundo entero sabía de sus otras degeneraciones, de sus crímenes, de sus desfalcos al erario público, y del teatro que montó para no ir tras las rejas. Todos sabían que se trataba de un criminal, de un ladrón y de un cobarde. Como tal será recordado.
El angelito de Sabaneta lleva once años destruyendo a Venezuela, deformando nuestra memoria histórica, irrespetando la Constitución, jactándose de que controla todas las instancias, ciertamente titiritea las instituciones y pretende colocar autoridades, surgidas de su infalible dedo, paralelas a las gobernaciones y alcaldías donde el pueblo eligió a demócratas opuestos a la marabunta roja rojita. Un patán que insulta a propios y extraños, a líderes y gobernantes nacionales y extranjeros, súbitamente se nos vuelve un bebé de etiqueta de compota y nos deslumbra con su reciente descubrimiento del patuque chimbobancario que, según su cándida versión, parece que se gestó, nutrió y desarrolló en algún remoto rincón de una selva asiática, y lo transportaron a Venezuela apenas en noviembre del 2009, cuando le explotó en su candorosa naricita.
El que vive despotricando en contra de los monopolios, nunca se dio cuenta de que ese Ricardo Fernández Barruecos, a quien tuvo de invitado en Aló Presidente y de quien hablaba maravillas, se había comprado, no uno, ni dos, ni tres, sino cuatro bancos, además de ser el propietario de más de sesenta empresas, endógenas y exógenas, porque algunas estaban en Ecuador, Panamá y en, ta ta ta tammmm, ¡el imperio mesmo !Se calcula su fortuna en Mil Seiscientos MILLONES de DÓLARES, incluyendo un avioncito de seis y medio millones de los del norte. Tan vivo que es, tan acucioso a la hora de definir las trácalas con que operaban los pillos en la “cuarta república”, incapaz ahora de sumar dos más dos, y reconocer que para las irregulares compras de Bancos, la elevada proporción de depósitos del oficialismo, las centrífugas que modificaban los domicilios, el nombre de las empresas y de los propietarios de los capitales, (que en este caso no son capitales golondrinas, sino cuervos y zamuros), para toda esa patraña que en criollo se denomina Guiso, hacen falta cómplices y especialmente chivos pesados, los autores intelectuales y principales beneficiarios del descarado desfalco a los dineros de la Nación y de los ahorristas, esos sí genuinos ingenuos, no como el pésimo actor de Sabaneta, que ahora finge no haber sabido nada de nada.
Los venezolanos cogidos a lazo se acabaron cuando Venezuela dejó de ser rural y pasó a ser esencialmente urbana. La prensa escrita, radial, televisiva, las conversas con los panas, la mera observación de lo que ocurre a nuestro alrededor, y las experiencias anteriores, hacen imposible que ahora acepten gato por liebre, por muy cínico y carismático que sea el caudillo de turno. Ni siquiera los chavistas se tragan ese burro con sudadero y carga completa que es la versión waltdisneyana que Chávez les ofrece en cada cadena, pretendiendo simultáneamente que le crean que él nada sabía, y que los únicos enredados en el guiso financiero son los dos chinitos recadianos sobre los que quieren que caiga todo el peso de la culpa: Fernández Barruecos y Torres Ciliberto. No hace falta ser experto en funcionamiento bancario ni corredor de Bolsa para saber que los miles de millones depositados en esos bancos rojos rojitos provenientes de arcas públicas, no llegaban allí por sí solitos, que hace falta el Ministro rojo, el gobernador rojo, el presidente de empresa pública rojo, para ordenar el traslado (y cobrar su parte). Que para autorizar los abultados autopréstamos para las sucesivas adquisiciones bancarias, se requería del visto bueno o el hacerse el loco de los responsables en la Superintendencia bancaria. Que la funesta figura del Testaferro, no se ha esfumado y que detrás de cada Fernández Barrueco, cada Torres Ciliberto, cada Sarría, cada Farías, existe el eslabón perdido, una especie de primigenio Adán, o serie de Adanes, tan vinculados al alto poder como lo estaban del Paraíso Terrenal la muérgana Eva y la muy vilipendiada culebra. Ese ofidio y el burro con cuya quijada asesinaron a Abel, fueron las primeras víctimas del “proceso”, allá en el Edén. En el proceso de acá, quieren matar la culebra por el otro extremo, ese donde asoman los Fernández y los Torres, dejando la cabeza intacta, para beneficiar al concubino de Eva, y a otros jerarcas. Desde luego que Adán Chávez, José Vicente Rangel, Diosdado Cabello, están fuera de toda sospecha, su santidad es tan evidente que tendría que estar loco quien siquiera los vinculara remotamente con este descomunal guiso.
Y pensar que uno de los peores vicios que estos señalaban de los corruptos de la cuarta, era la Solidaridad Automática, eso de comportarse como los gatos, que esconden bajo tierra sus excrementos, las faltas cometidas, con la excusa de impedir daños ¡ a la imagen del partido !. Ese y todos los otros vicios inherentes a la praxis corrupta en la administración de los dineros y recursos públicos, a la incapacidad para gobernar, a la imposición de arbitrariedades en abierta violación de las leyes y elementales principios de ética, están vivitos y coleando, evidentemente agigantados por el resentimiento y la ignorancia, que son la esencia del “hombre nuevo” en este Socialismo del siglo 21, con pocas ramas verdes y muchas raíces podridas, que datan de la primera mitad del siglo 20.
Las focas que hacen pasantía en Aló Presidente, ya estuvieron en seminarios que explicaban cómo el quitarle tres ceros a nuestra divisa, apenas por el traslado de la coma ya forzaban la ocurrencia del milagro, ¡ la moneda se hacía Fuerte !. Eso va paralelo a la explicación de que invadir fincas productivas, ocupar empresas solventes, y amenazar cualquier forma de propiedad privada, conduce a la soberanía plena en todos los rubros imaginables (sangría portuaria mediante). Que la especulación con los dólares del mercado paralelo beneficia a los opositores, ellos controlan las cajas chicas del BCV y PDVSA, nunca los rojos rojitos. Que tus ahorros reciban el 14 % de interés mientras la inflación causada por la incapacidad oficial no baja del 30 % anual, desde la óptica roja rojita es de lo más sano, por lógica si ser rico es malo ser pobre es bueno, y las políticas anacrónicas que implementan Chávez y el resto de genios del comunismo trasnochado han probado ser extremadamente efectivas para el propósito de mantener y aumentar la pobreza.
Renglón aparte merece el episodio especial de los hermanitos Chacón. Si Hugo es la uña Jesse es el sucio, o viceversa. Arné es el hermano, teniente golpista del 92, funcionario en diversas oficinas gubernamentales durante los once años del proceso, y Chávez ¡ No lo Conoce !. Pero la parte que Hollywood debe llevar a largometraje es la del patenelsuelo a quien le piden -por favor- que, sin ser banquero ni cosa que se le parezca, ¡ dirija un banco ! Él pide apenas 15 millones de sueldito, entiende que hay que levantar ese banco, pero en contraprestación por su enorme sacrificio exije el 49 % de las acciones. Sus 200 caballos en el hipódromo y el Haras de purasangres en Aragua, van a hacer las delicias del público puestas en tecnicolor en la gran pantalla. Con guión de Luis Brito García, y la dirección de Román Chalbaud, éxito seguro. Jesse estará preguntándose porque su hermano sí, pero el hermano del hermano del alma no. Y parodiando la canción Ligia Elena, “otros niños que saben del cuento al dormir se preguntan, Ay señor, y mi auto de detención, ¿ cuándo llegará ?”.
Buena suerte a todos los egresados de la Misión Ribas, ahora fugaces cursantes del Curso Intensivo de Economía que dicta el Führer, en sospechosas cadenas. Ni por un momento se les ocurra vincularlo con la responsabilidad de lo sucedido. La culpa, como siempre, es del Imperio, de la CIA, de la Oligarquía, cualquiera menos esos por donde la cuestión fumea.